Las dos exposiciones eran muy diferentes y me transmitieron sensaciones
muy distintas y un poco contradictorias. Mientras que una me creaba una sensación
de paso, de camino y de serenidad, la otra me dio sensación de claustrofobia,
de intentar verla lo más rápido posible para salir de allí.
muy distintas y un poco contradictorias. Mientras que una me creaba una sensación
de paso, de camino y de serenidad, la otra me dio sensación de claustrofobia,
de intentar verla lo más rápido posible para salir de allí.
Primero entramos en la instalación de Charles Ray, y como es un espacio
tan grande y había tanta gente, algunas de las figuras se confundían con los visitantes.
Solo destacan y pude ver al primer golpe de vista el Caballo y jinete (2014)
y la Mujer reclinada (2018), por su tamaño y postura.
tan grande y había tanta gente, algunas de las figuras se confundían con los visitantes.
Solo destacan y pude ver al primer golpe de vista el Caballo y jinete (2014)
y la Mujer reclinada (2018), por su tamaño y postura.
Las otras dos figuras, aunque tampoco eran pequeñas, estaban integradas en la gente.
Era como si formaran parte de los visitantes. La verdad es que si no fuera
por su blancura, que en momentos con la luz que había les camuflaba, y su tamaño,
casi se mimetizan con el entorno.
por su blancura, que en momentos con la luz que había les camuflaba, y su tamaño,
casi se mimetizan con el entorno.
Son esculturas con mucho detalle, que llaman la atención por las posturas,
pero también por las posturas con el desnudo, gestos como atarse los cordones
de unos zapatos inexistentes. Sí que recuerdan a las esculturas clásicas, pero
siempre con ese cambio que hace que te sitúa en la época actual, ese detalle
que te devuelve a donde estamos.
Todo recuerda, todo se actualiza.
La sensación es que estaban hechas para estar allí, su sitio era ese.
Seguimos andando y llegamos a la exposición de Tetsuya Ishida, y allí mis sensaciones
cambiaron completamente. Aunque el espacio era bastante grande, era un poco
más sombrío, pero me lo hizo más oscuro las imágenes que iba viendo.
Sus cuadros crean situaciones angustiosas, donde vas viendo caras iguales,
inexpresivas. En seguida pensé en lo que se dice de la sociedad japonesa,
en su cultura del trabajo, atrapados en horarios infinitos y con poco espacio,
tanto físico como personal.
en su cultura del trabajo, atrapados en horarios infinitos y con poco espacio,
tanto físico como personal.
Transmite el sentirse atrapado en esa sociedad que todo lo atrapa, que todo está
condicionado por el trabajo, por el dinero, por lo establecido, sin dar un espacio
a la expresión individual, Y la vez el individuo está solo, desconectado y perdido.
Los encuentros son fortuitos y casi sin contacto. Como un robot, algo fabricado.
Transmite también una necesidad de liberar esa angustia, de salir de este momento
que le ha tocado vivir y que le rodea y le atrapa. Todo dentro de unos tiempos donde
trabajo, consumo y ocio están muy unidos, donde su generación está inmersa, que
se vieron dentro de la crisis de los años 90 y que el autor expresa a su manera.
Contraste con el día tan fabuloso que hacía fuera de la sala.
Para mí. mejor salir y disfrutar de la tarde por el Retiro.
Nuria Díaz